Reflexiones, experiencias y todo aquello que me ayude a subir, desplegando alas, volando juntos...

lunes, 7 de diciembre de 2015

SOLSTICIO DE INVIERNO, LA CASA FRÍA.

El año es un círculo. La estación del invierno se vuelve primavera; de ésta nace el verano y finalmente viene el otoño para completar el año. El círculo del tiempo jamás se interrumpe. Su ritmo se refleja en el día, que también es circular. Primero es el alba que nace de la oscuridad, crece hacia el mediodía y decrece hacia el atardecer hasta que se vuelve la noche. El ser humano vive en el tiempo; por lo tanto, su vida es circular. Venimos de lo desconocido. Aparecemos sobre la Tierra, vivimos en ella, nos alimentamos de ella y llegado el momento volvemos a lo desconocido. El mar sigue ese ritmo; la marea fluye y refluye. Es como el aliento humano que entra, llena el pecho y vuelve a partir.
El círculo le da una bella perspectiva al proceso de envejecer. A medida que envejeces, el tiempo afecta a tu cuerpo, a tus vivencias y sobre todo a tu alma.(...)
Puesto que estamos hechos de arcilla, el ritmo exterior de las estaciones en la naturaleza se reproduce en nuestros corazones (…)
Hay cuatro estaciones en el corazón de arcilla. Cuando es invierno en el mundo natural, los colores se desvanecen, todo es gris, negro o blanco, Los paisajes y los bellos colores empalidecen. La hierba desaparece y la Tierra misma se congela en un estado de desolada retracción. En el invierno, la naturaleza se retira, El árbol pierde sus hojas y se vuelve hacia su interior. Cuando es invierno en tu vida, sufres dolor, dificultades o agitación. Lo mas prudente es imitar el instinto de la naturaleza y retirarte hacia tu interior. Cuando es invierno en tu alma, no conviene iniciar nuevos emprendimientos. Es mejor ocultarse, refugiarse hasta que pase el tiempo vacío y desolado. Tal es el remedio de la naturaleza, que se ocupa de sí misma en la hibernación. Cuando padeces un gran dolor en tu vida, tu también debes buscar refugio en tu propia alma.”
John O'Donohue,
El libro de la sabiduría Celta.



Vienes de un otoño y vas hacia una primavera, pero nada te excusa de pasar por un frío invierno, y en ese trayecto te conocerás un poco mas intimamente, si es que sabes verte por dentro. Confía, solo confía. Que cada respiración te lleve mas cerca de la puerta de las flores, que cuando añores el calor del Sol
sepas encontrar tu propio calor, que te abrigue la capa de la amistad y que la semilla que plantas hoy sea mañana un verde tallo.
En esta estación del año, cuando la Tierra y el Sol se hallan tan lejanos uno de otro, parece que su Luz apenas nos calienta, la quietud del Sol solo es apariencia. El ser humano teme que esa lejanía se haga realidad y llama al Sol, intenta atraerlo de nuevo hacia sí de la manera que puede; invocándolo, orando, con ofrendas y magias. La oscuridad y el frío son sinónimo de muerte, la Luz es el nacimiento, la regeneración. ¿Pero qué sería de lo uno sin lo otro?. El embrión humano se gesta dentro del vientre materno, con los ojos cerrados al mundo, a oscuras, ¡y es el inicio de la vida!. La semilla se planta en la tierra y aún así crece, también en oscuridad.
Nuestros mas antiguos antepasados temían sobremanera los días oscuros y ofrecían lo mejor que tenían, sacrificándolo, para que retornase la Luz. Numerosas culturas han sublimado este miedo a la oscuridad creando ídolos, dioses de Luz, a los cuales han otorgado grandes poderes, físicos o espirituales, de ese modo su supervivencia como grupo tenía un “salvoconducto” en la oscuridad. Cristo dijo; “Yo soy la Luz del mundo”. Buda llegó a la Iluminación. En el antiguo Egipto se rendía culto al Rey Sol, en la figura del Faraón. Y tantas otras culturas a lo largo del Planeta. 
 
El pueblo Celta tuvo su particular visión acerca de la llegada de la noche mas larga del año, la del 21 de Diciembre en el hemisferio Norte, como siempre, tan unificada con el mundo natural. Se llamó la celebración de Yule, y consistía en plantar un árbol en el bosque. Un pequeño arbolito, apenas un delgado tronco al cual se despojaba de toda rama, se regaba y cuidaba pues en la primavera debía de estar fortalecido y esplendoroso, como símbolo de victoria ante la crudeza del invierno.
En los ritos católicos se pactó celebrar la buenanueva del nacimiento del Cristo en estas mismas fechas con un fin parecido; preparar las almas para que no se enfríen con la llama de la salvación eterna; la llegada del Mesías, nuestro Salvador. Todo es simbólico. Los romanos celebraban bailes, comidas, juegos, en la fecha del solsticio para contentar a Saturno, su dios oscuro.
Lo que yo os propongo es un ritual que sincretiza varias de estas tradiciones. Se trata de lo siguiente;
Comprobar que la luna esté en fase llena, este año será entre los días 17 y 18 del mes de diciembre, conseguir los siguientes elementos:
Una vela blanca
Un vasito de agua
Un sobre de semillas (pensamientos, claveles, etc.)
Una pequeña maceta con tierra
Un papel donde habremos escrito la siguiente bendición de inspiración celta:

Que sea bendecida tu casa.
Que comprendas que tu cuerpo es amigo de tu alma.
Que tengas paz y júbilo en las sagradas puertas de tus sentidos.
Que comprendas que la santidad es atenta y esto te permita celebrar el misterio del Universo y las posibilidades de tu presencia aquí.
Para ti y para los seres del mundo.
Que así sea.

En primer lugar elegiremos un momento propicio para abrir nuestro ritual, sin prisas ni interrupciones, disfrutando de cada instante y poniendo nuestra conciencia en el acto sagrado. Una vez tengamos claro el espacio donde lo vamos a hacer, lo limpiamos y comenzamos por encender la vela blanca, con la mano derecha dibujaremos tres cruzes sobre la llama. La vela no debe apagarse, y es preferible ponerla sobre un plato plano para que pueda arder libremente.
Tomamos las semillas y la maceta y las plantamos cuidadosamente, sin hundirlas demasiado en la tierra, tomamos a continuación nuestro vasito de agua y lo bendecimos igual que hicimos con la vela, regamos la maceta, ponemos nuestras manos juntas palmas abajo sobre ella y recitamos la bendición en voz alta.
Cuando la vela termine de arder se considera acabado el ritual.
La oración se puede recitar tantas veces se quiera, no solo dentro del ritual, sino que también se puede tener a mano siempre que se desee. Eso da fuerza a la planta, y, como ya habreis supuesto, la semilla es una metáfora de nuestra alma, que en el transcurso del invierno vais a cuidar, que no le falte el agua, sin ahogarla, la luz y el calor, sin secarla, hasta que la primavera nos regale su presencia en el mundo.

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